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Love, Death + Robots. Volumen 4 y la jaula dorada de David Fincher



Love, Death + Robots (2019-2025) es una rara avis dentro del ecosistema Netflix. Bueno, no tanto si tenemos encuenta que Black Mirror (2011-2025) opera en la misma plataforma. En ambos casos, nos encontramos con series antológicas que sacan lo peor de nosotros mismos. Si bien Black Mirror se centra en las relación humano - tecnología y Love, Death + Robots en muchos capítulos es similar, funcionan a difirente nivel. Principalmente por una clara diferencia, Love, Death + Robots es una serie de animación, lo que abre la puerta a nuevos y fascinantes mundos. Si bien he disfrutado de ambas, me declaro fan de la serie iniciada por Tim Miller en 2019. Desde su primera temporada de 18 episodios han pasado unos años, tanto para Netflix como para un mundo tecnológico cada vez más cambiante.

El volumen 4 de la serie antológica se ha estrenado recientemente sin bombo ni platillo, apenas un trailer y un par de clips en redes sociales, una tendencia que arrastra de la temporada anterior de 2023. Desde la primera y maravillosa tanda las cosas han cambiado. Primero, como ya he dicho la promoción. Luego la cantidad de capítulos, que se redujo a nueve, posteriormente a ocho y se recupera en la última para alcanzar los diez. Y por último la calidad y las ideas. La serie ha abarcado tantos temas y estilos diferentes que para esta cuarta temporada apenas sorprende, algo que no beneficia a una serie antológica. Muchos de los capítulos son olvidables o parecen retellings de episodios anteriores. Obviamente, a nivel visual la serie es excelsa. Los estudios trabajando aquí son de lo mejorcito y pese a no gozar de buenos guiones, la serie merece la pena por el poder de sus imágenes. Esto es una constante a largo de la vida de la serie y es que se ha convertido en una galería de promesas del mundo de la animación con ejemplos como el madrileño Alberto Mielgo, ganador de un Óscar.

Centrandonos en los episodios más interesantes, que no por ello son buenos, encontramos como tema recurrente las IAs. En una serie cuyo última título es Robots es inevitable, aunque el resultado sean La otra gran cosa y Aparatos inteligentes, usuarios idiotas, ambos de Patrick Osborne. Dos cortos no muy originales, pese a que en el caso del último la estética stop motion le quede de perlas. Robert Valley, director de uno de los capítulos más conocidos de la serie, Zima Blue, vuelve con Los de la 400. Una especie de The Warriors (1979) en clave mutante, poco cohesiva pero muy imaginativo a nivel visual. Emily Dean también trae uno de los más divertidos, Porque sabe arrastrarse, un divertido encuentro de un gato con Satán de un gran dinamismo. Por último, Zeke y su encuentro con la fe del español Diego Porral, que demuestra de nuevo el talento español en el campo de la animación. Una idea antes vista en la serie, militares contra criaturas sobrenaturales, pero que gracias a su ambientación y estilo de animación en estética 2D, lo convierte en el mejor episodio de la temporada. Me ha creado una sonrisa de inicio a fin, pese a no sorprenderme, ya que con la misma idea inicial encontramos ya cuatro capítulos, esparcidos por las temporadas anteriores. 

¿Es la peor temporada? Bueno, la segunda, salvo por Hielo y Respuesta evolutiva, es peor. Aunque la segunda tiene un punto a favor. No incluye El grito del tiranosaurio de Tim Miller. El grito del tiranosaurio es (probablemente) el peor capítulo de la serie. No solo por la aparición del famoso youtuber MrBeast, cuya presencia ya contradice el mensaje y fondo de este capítulo y de muchos otros; sino porque es una de las cosas más planas que he visto nunca. Su animación es buena, pero carece de personalidad. Y el guión es un montón de nada.

Para acabar es necesario hablar del capítulo inicial de la temporada, Can't Stop, una virguería visual y sonora que recrea en clave animada el concierto en Slane Castle 2003 de la famosa banda Red Hot Chili Peppers. A nivel técnico es alucinante, recreando a cantantes y público como marionetas, pero...¿Por qué? No hace mucho sentido, aún sintiendose fresco. Pero más importante aún ¿lo dirige David Fincher? Como ya he dicho es un muy buen capítulo y el clásico de la banda californiana se te queda grabado en la cabeza. Lo que ocurre, es que muestra nuevamente el poder de las plataformas de contenido sobre la creación de contenido, valga la redundancia, y el poder que ejercen sobre algunos creativos. Fincher, director de clásicos como Seven (1995) o El club de la lucha (1999), por citar sus más famosas que no mejores, es incapaz de levantar un proyecto grande desde hace más de diez años. Más de diez años en los que dependiente de Netflix ha realizado dos películas y una serie, todas de calidad, pero que denotan una clara falta de control o más bien de falta de presupuesto o preocupación por parte de Netflix. Ojo, que amo de The Killer (2023), aunque se sabe son varios los proyectos que han sido rechazados por el gigante del streaming. Este episodio es otra muestra más del peligro del contenido y del medio en la actualidad, aunque seguro que el director se lo ha pasado genial creando este pseudovideoclip.

PD: Realmente, David Fincher en sus inicios se dedicaba al videoclip, por lo que parece cerrar un círculo.


Darío Calvo (17/05/2025)











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